domingo, 1 de julio de 2012

La leyenda de la Calle Amargura

        Esta historia relata un de las leyenda que da nombre a la calle Amargura. Gracias María Jose, por recordarmela.

Calle Amargura, Cáceres.

          Nos situamos en el siglo XV, la noche ha acontecido en la ciudad, las calles solitarias y mudas se ven interrumpida por el blandir de unas espadas. Intramuros en una callejuela, cerca de Plaza de San Mateo a luz tenue de unas antorchas dos personas se baten en duelo, uno es un joven vecino de la villa, el otro no mucho mas mayor, un viajero de paso por esta. La razón de la disputa se desconoce, quizás sea por una partida de dados o anden faldas de por medio. Durante un largo tiempo el intercambio de golpes es continuo, inclinándose la balanza hacia uno u otro lado. Pero en el debatir de la reyerta el forastero echa mano de una daga escondida en unas de sus botas de caña alta, y en un descuido de su adversario le atraviesa el costado derecho, este al ver como su jubón verde oliva se tiñe de rojo, deja caer la espada, sus piernas comienzan a desfallecer y cae al suelo. Con una mano intenta taponarse la herida, y sus gritos inundan la noche: “Ayuda, ayuda me han dado muerte.”
        El asesino al ver como se acercan hacia el unas luces, huye despavorido calle abajo. Es la guardia de la ciudad que alertada por el alboroto producido llega al lugar del suceso. Intentan socorrer al joven, pero es demasiado tarde, está herido de muerte. Los guardias lanza en ristre comienzan la búsqueda del asesino por la ciudad. Pero este ya lejos, en las inmediaciones de Plaza de Santa María se halla llamando a la aldaba de un burdel que era frecuentado tanto por plebeyos como por la alta alcurnia de la ciudad. Quien abre la puerta, es la meretriz de la casa, de nombre Lola, el joven le cuenta que en una reyerta ha herido a un vecino de la villa y le pide refugio. Lola, generosa, da cobijo al joven prometiéndole no delatarle ante la justicia.
      Poco más tarde vuelven a llamar a la puerta, son los alguaciles y con el traen el cuerpo del joven muerto en el duelo, Lola al verlo rompe a llorar desconsoladamente, ese joven muerto, que yace ahora en el recibidor de su casa, no es otro si no su propio hijo. Sin saberlo había dado asilo al asesino de su propio hijo. Desde ese momento Lola se sumerge en una profunda tristeza y amargura que le durará el resto de su vida, y que dará nombre a su calle, la calle la de la Amargura.

       Más leyendas son y así te las he contado, gracias y hasta la próxima.

      Escrito por: Jesús Sierra

      Fuentes: Cultura popular
    

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